Gerardo Sofovich nació un día como hoy de 1937. Hijo de Manuel, periodista, y Regina, ama de casa, creció en una familia bohemia y el entretenimiento siempre rodeó su hogar. En parte por la labor de su padre, dramaturgo, y en parte por la idiosincrasia de la época. La radio primero y luego la televisión unieron a la familia y bastaba un poco de curiosidad para que lo que era un hobby se convirtiera en la puerta de entrada al conocimiento enciclopédico. La lectura y el cine fueron otros aliados de esa era pre-pantalla, y Gerardo se acercaría vorazmente a ambas experiencias.
La infancia, esa etapa idealizada como diáfana, le golpeó fuerte a los seis años. Durante un paseo como tantos otros, soltó accidentalmente la mano de su niñera y fue atropellado por un tranvía. Tuvieron que amputarle la pierna y cuando recuperó el conocimiento supo que allí había una fortaleza. El destino le jugó una mala pasada y tuvo que superar el dolor. Y para eso no había otra receta que seguir. Su salsa secreta era evitar hablar de ello. Ni para victimizarse, ni para buscar empatía, ni para mostrarse como ejemplo. Así sucedieron las cosas, y la vida no ofreció la posibilidad de barajar y volver a dar.
El otro golpe llegó en su juventud, con la muerte de Manuel, que le obligó a afrontar inmediatamente la vida adulta. Ese prometedor futuro como arquitecto quedó atrás; lo abandonó a punto de graduarse para dedicarse a tiempo completo a escribir. No era nada nuevo para él, quien trabajaba como reportero deportivo en Noticias Gráficas desde que era un adolescente. Era una forma de honrar la memoria y la profesión de su padre.
La televisión, un medio que empezaba a ser cada vez más familiar entre los argentinos, le dio refugio y, como gesto de agradecimiento, le permaneció fiel hasta sus últimos días. Murió el 8 de marzo de 2015 en Buenos Aires, víctima de una hemorragia digestiva. Tenía 77 años, de los cuales pasó más de 55 en el mundo del espectáculo. Fue el autor y productor más destacado de la época dorada de la comedia picaresca. Y supo reinventarse como generador de contenidos y entretenimiento con formatos que se repiten hasta el día de hoy.
En el teatro batió récords de recaudación en la calle Corrientes, en Mar del Plata y en Carlos Paz. El champán las hace mimosas -lanzado en los años 70 y revivido en este siglo- es su tarjeta de presentación ineludible, pero también supo llevar su televisión éxitos, como Operación Ja Ja, y rinden homenaje a figuras icónicas de la cultura argentina, como María Elena Walsh en Varieté para María Elena. En cine firmó clásicos de la comedia, con títulos como Los caballeros de la cama redonda, Las minas de Salomón Rey, Me sobra un marido y Camarero de noche en Mar del Plata, donde tuvo el placer de actuar.
Pero la televisión fue su primer y último gran amor, y en Operación Ja Ja (1963) tuvo el big bang de su universo creativo. Todo empezó poco antes, cuando junto a su hermano Hugo comenzó a escribir los guiones de Balamicina, programa protagonizado por Carlitos Balá. Los bocetos fueron su escuela, con Pepe Biondi y Pepe Marrone como espejos y La Revista Dislocada como gran inspiración. Esa dinámica típica de la época era la que necesitaba para encajar todos los conocimientos que traía de casa con los aprendido en el mundo bohemio de la calle y la vida nocturna. Y así es como se diversificaría la Operación Ha Ha.
En ese fluir creativo se le ocurrió algo que, siendo tan sencillo, a nadie más se le había ocurrido. O tal vez sí, pero nadie lo había visto con esa mirada que detectaba la marca de lo popular. Una noche, Fidel Pintos, Jorge Porcel, Juan Carlos Altavista, Carlos Carella y Rodolfo Crespi se reunieron por primera vez en el bar regentado por El Gallego, personificado en Alberto Irízar. El diseño se llamó The Coffee Table y, con algunos cambios, pero sin cambiar su esencia, se podía ver hasta hace unos meses en las noches americanas.
El tango fue inspiración y telón. Según Gerardo, todo nació de las batallas dialécticas entre piazzollistas, darienzistas y troilistas que recién se resolvieron en la madrugada. Los temas podían variar, siempre dentro del imaginario argentino de cada época. La política, el fútbol, la economía, con sus respectivos personajes, a veces se exacerban. Al final, seguía siendo un programa de televisión que pedía a gritos su espacio.
La mesa de café era sinónimo de polémica en el bar. El nombre parecía haber sido definido antes. Lo mismo ocurre con su telón: "Cafetín de Buenos Aires", escrito por Enrique Santos Discépolo en 1949 e interpretado en versión clásica por Edmundo Rivero. Polémica se estrenó como spin off en 1972 con Javier Portales y Adolfo García Grau en las localizaciones de Carella y Crespi. Todo estaba cambiando excepto el paisaje. Supo leer lo que pasaba y recurrió a contenidos más políticos, más humorísticos o más futbolísticos según el momento, y en 2020 presentó una tabla histórica compuesta únicamente por mujeres. Una lista rápida y caprichosa de sus eventuales feligreses –Mario Sapag, Jorge Rial, Guido Kaczka, Horacio Pagani, Pipo Cipolatti, Luciana Salazar, Matías Alé, Adrián Cormillot, Rocío Oliva– habla por sí sola.
Todo empezó alrededor de Fidel Pintos, una constante en las dos grandes creaciones de Sofovich, interpretando a un peluquero sabelotodo y Javier Portales como el cliente que lo padecía. No hubo personaje famoso que Pintos no conociera, y allí disparó anécdotas hilarantes e inconexas que quedaron en el lunfardo como la sanata, uno de los tantos aportes de Sofovich al lenguaje popular. El elenco fue un dream team, con las intervenciones de Altavista como lustrabotas y Porcel como un vendedor ambulante con "pulenta pulenta ofertas". María Rosa Fugazot, Jorge Luz y Alberto Olmedo completaron el equipo.
En 1982, el programa tuvo su primer remake, el cual fue un éxito absoluto, superando los 60 puntos de rating. Jorge Porcel asumió el papel de Pintos, y el resto del reparto viene de memoria desde hace cincuenta años. Rolo Puente, el cliente que sufrió mil uno, Carmen Morales –esposa de Gerardo y madre de su único hijo, Gustavo– como la manicurista Alelí y su eterna risa, Luisa Albinoni y su llamada telefónica, Noemí Alan como la periodista italiana, Adriana Brodsky anticipando su papel de bebé que explotaría con Olmedo en El Manosanta y Amalia González ganándose para siempre el sobrenombre de Yuyito por su papel de jardinera. Como dijo alguna vez Gustavo con orgullo de hijo: "Es el tercer programa más visto de la televisión después de la final del Mundial 78 y la boda de Palito Ortega y Evangelina Salazar".
A diferencia del estilo dinámico y cotidiano de Controvérsia no Bar, La Peluquería se caracterizó por la repetición de líneas de texto y chistes y sufrió mutaciones a lo largo de los años, con el sello de su creador como hilo conductor. Luego vino el hijo de Don Mateo, interpretado por Emilio Disi, y una década después, el nieto de Don Mateo, interpretado por Miguel Ángel Rodríguez. Toti Ciliberto, Pablo Granados y Pachu Peña, Carlos Sánchez y Jey Mammon fueron otros de los actores que se pusieron el delantal.
Repitiendo el ejercicio circular de un programa dentro de otro, durante 2019 se emitió como un fragmento de Polémica en el Bar que se emitía dos veces por semana. Coco Sily, Mariano Iúdica y Sol Pérez integraron el elenco estable de un clásico de la televisión argentina que, como seña de identidad, lució con orgullo la medalla por sus 56 temporadas.
Así como la Operación Ja Ja se multiplicó, el nacimiento de Sunday Night tuvo que ver con otro despliegue, esta vez algo más traumático. Según Gustavo, luego de una fuerte pelea con Jorge Porcel, que marcó el final de La Peluquería de Don Mateo, su padre pronto se embarcó en la aventura del domingo por la noche. "Cuando le pregunté por qué empezó a dirigir, me dijo: 'Estoy cansado de los comediantes'", reveló su hijo.
Para su aterrizaje formal al otro lado de la pantalla, Gerardo revivió algunos pasatiempos típicos de la infancia –pulsas, lanzamiento de pelotas– con algunas ideas que sólo podían existir en su mente, como cortar la manzana. Exigente, Gerardo confesó que empezó a odiar a su propio hijo "porque siento que todos los años me repito y no puedo deshacerme de él".
En sus 25 temporadas al aire, el programa ha logrado algunos hitos. Algunas curiosas, como la de haber sido transmitida por los cinco canales de aire. Otros marcan la tendencia. "Fui pionero del anti-zapping", resumió Sofovich en referencia a "Dame dos, Caserta", con el que interrumpió el ambiente del programa sin necesidad de pasar por un corte. También es reconocido como el creador de publicidad no tradicional, conocida popularmente como "cabra". Y cómo olvidarnos de Jenga, claro, ese juego de bloques que desafiaba minuto a minuto la tensión televisiva.
El conductor Gerardo mostraba un carácter irascible y era desconocido para el público. "La prostituta histérica realmente no existe. "Soy un apasionado defensor de mi trabajo y, al hacerlo, defiendo a cada uno de mis empleados, exigiendo que estén a la altura de las circunstancias", explicó. "Mi viejo era un sinvergüenza, sí", admitió Gustavo, y dio su razón. "Gerardo tenía 300 personas a cargo. Y se hizo cargo del trabajo de todas las personas que estaban detrás de él. Por eso era un sinvergüenza, porque si algo se salía de control en ese contexto, era un desastre. Así que no le quedó más remedio que ser "el malo" para seguir generando trabajo. Pero claro, era un tipo cariñoso…"
En el programa de preguntas y respuestas presentado por Guido Kaczca, Gerardo mostró un lado no del todo conocido por el gran público. El inagotable creador de éxitos en cine, teatro y televisión fue también dueño de una inagotable cultura general, formada en su tierra natal llena de bohemia y lecturas interminables, y forjada en cada uno de sus viajes y tiempos libres. Esta función abrió las puertas a un nuevo público, como el abuelo que lo sabía todo, el referente de los niños que no tenían idea de Polémica no Bar, ni de Olmedo y Porcel.
Como dijo Gustavo, "ese programa lo volvió a poner en la cima y permitió que otra generación lo conociera". Y agregó una anécdota para confirmar: "Estábamos en Punta del Este y mi viejo ya no daba autógrafos a nadie. Pero se le acercaban niños de siete, ocho o nueve años y él pasaba una hora hablando con ellos. Me importaban un carajo los grandes, pero sí los pequeños. Porque acaban de descubrirlo con Los 8 Pasos. Pero Gerardo fue uno de los muchachos más leídos que ha tenido este país", dijo Gustavo sobre los últimos años de su padre.